El decimotercer trabajo de Heracles
Ilustración: Raúl Gomez
Texto: David Monthiel
Cuenta Pomponio Mela, que recogió la historia de un oscuro geógrafo cartaginés que, así mismo, tenía como fuentes los más viejos y destruidos anales púnicos (unos datos que olvidaron Pisandro de Rodas y Silio Itálico), que un famoso poeta griego de periplo por Gadir, muy interesado por el fenómeno de la marea y las leyes en verso de seis mil años de edad, llegó al puerto y aceptó la propuesta de un indígena para conocer la ciudad amurallada.
El indígena le propuso pasear junto al canal entre las dos islas y visitar la factoría de salazones en la que tenía descuento, para el garo y el vino, por ser él autóctono y amigo de los dueños. El poeta, a pesar de la legendarias mentiras fenicias, se dejó engatusar por el guía, su rapidez e inteligencia en el diálogo y la promesa de aquel sabor del que tanto le habían hablado en la Hélade.
Al salir del puerto, en una lengua de arena, se encontraron con un anciano que llamó la atención del poeta por la buena salud y agilidad. Era un hombre de espesa barba blanca, fortaleza de cuerpo bronceado siempre en guardia, taparrabos y unas sandalias que, según el guía, se había cosido él mismo para andar por el verdín de las lajas y mariscar. Con más verdad que guasa, el guía le aseguró que el viejo era Heracles.
— El mismísimo Heracles.
— No puede ser. Parece un africano.
Según el gaditanoi, ante la incredulidad del griego, el héroe, después de su último trabajo, decidió regresar a Gadir.
— Mientes como un fenicio —dijo muy serio—. Se fue a Ecalia.
— Como me llamo Balbo el Viejo que ese es Heracles. Que me queme Moloch en su fuego purificador.
No había dudas en la voz del Balbo cuando contó que el secreto de la longevidad del viejo Heracles consistía en acudir diariamente a la lengua de arena, hiciera frío o calor,soplara viento de levante o del céfiro, para darse baños de sol y nadar en las aguas del Gran Mar. Cuando soplaba fuerte aquel viento salido de las fauces del Can Cerbero, suplicio que afectaba a la psyché, el viejo contaba que había robado el ganado a Gerión y las manzanas del jardín de las Hespérides. El gran detalle en la descripción de los trabajos por alguien que el poeta consideraba un necio buscavidas le hizo dudar.
—Por Zeus.
El poeta se acercó decidido a preguntarle al héroe sobre la mítica historia de sus doce trabajos.
—Oh, tú, héroe mítico, Heracles de Gadir —la sonrisa falsa le interrumpió el verso—, ¿tienes un decimotercer trabajo que cumplir para honra de los dioses? ¿Podría ser yo, pobre poeta griego, el que narrara tus heroicas hazañas?
El griego observó a Balbo el Viejo buscando conchabarse en la burla y humillación de tan venerable anciano.
Heracles respondió claro y directo, dejando sin palabras al griego.
—¿Trabajar yo? Si yo soy de Gadir, poeta.
Ilustrado por
Texto de David Monthiel
(Cádiz, 1976). Ha editado el libro de relatos “Yuri Gagarin que estás en los cielos” (Diputación de Cádiz, 2011) y los poemarios “Apuntes para una teoría del valor” (Olifante, 2014), “Libro de la servidumbre” (Germanía, 2011), “Apuntes de la servidumbre” (Cuadernos Caudales de Poesía, 2009), “Las cenizas de Salvochea” (Baile del sol, 2008), “Aforos completos y otros mínimos aforismos” (Ediciones del 4 de agosto, 2007), “Renta básica de olvido” (Ayuntamiento de Lepe, 2004). Ha editado el libro de relatos “Yuri Gagarin que estás en los cielos” (Diputación de Cádiz, 2011) y los poemarios “Apuntes para una teoría del valor” (Olifante, 2014), “Libro de la servidumbre” (Germanía, 2011), “Apuntes de la servidumbre” (Cuadernos Caudales de Poesía, 2009), “Las cenizas de Salvochea” (Baile del sol, 2008), “Aforos completos y otros mínimos aforismos” (Ediciones del 4 de agosto, 2007), “Renta básica de olvido” (Ayuntamiento de Lepe, 2004).