Cuando se fue de la ciudad no echó de menos
ni calles, ni baluartes,
tan solo el viento.
Un viento de levante
que despeinaba recuerdos y los arremolinaba en torno
a faldas ondulantes,
a palmeras a punto de caer, a hojas que pedían silencio.
Y se llevó ese levante de aullidos
de ventanas mal cerradas
a camas que nunca sintió suyas,
a ciudades en las que nunca crujió el viento
donde siempre recordaba
el exacto momento de su partida y de aquel pañuelo que luchó
por soltarse del cuello de su amiga
ondeando mudas palabras de levante y amor..
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