El miedo me roba el aliento. Una insondable oscuridad gobierna mi mente, me arrebata los recuerdos. Incluso el nombre. Ya no me quedan lágrimas que derramar. Las olas se pisan unas a otras en su intento por alcanzarme. El olor a mar se abre paso en mi interior para rescatar retazos de mi vida. La memoria no vuelve, pero consigo percibir los acordes de una guitarra; el dolor en mis dedos agrietados; la risa de una mujer. El horizonte me sonríe con su cálida luz y me confirma que pertenezco a este lugar. Ciudad de fenicios, de romanos, de musulmanes. |
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Ilustración Laura Cortés BlancoTexto Eva Amuedo |