El Maestro Terrible
Ilustración: José Trillo
Texto: Juan González Mesa
El aprendiz despertó alarmado porque habían crecido alas en su espalda.
Envuelto en sudores fríos, pensó en el terrible castigo que recibiría por parte de su maestro. ¡Alas! Creyó escuchar a los ofidios rascar las paredes del pasillo y no pudo evitar soltar un grito. Un aprendiz del maestro cuyas serpientes habían contado las historias que daban forma al mundo, ni más ni menos. El aprendiz no solo poseía ya los secretos del pasado y del corazón de los hombres, sino que había aprendido el arte del relato lúgubre, del relato profundo, del relato atemorizante. ¡Y le habían salido alas en lugar de serpientes!
Era la muerte lo que esperaba, sin lugar a dudas.
Decidido a fugarse, echó mano a sus pocas posesiones para cebar un hatillo. Vio los útiles de escritura y, por unos instantes, dudó. ¿No sería mayor su pecado si el maestro sospechaba que, además de haberse alado a sí mismo y de haber huido, tenía la intención de contar historias con sus alas? Sin embargo, desprenderse del pincel y de la tablilla, la tinta y el secante, sería como pedirle a un amante que le cortara la lengua a su objeto de deseo.
Corrió por el pasillo. Dobló un recodo y, seguro de haber escuchado las pisadas del maestro, de haber visto la sombra de las serpientes en el techo, se subió a la corta ventana que ponía fin al corredor. ¡Alas! ¿Servirían al menos para volar, ya que no servían para contar las historias correctas?
—Hijo mío —escuchó a su espalda.
El maestro lloraba.
El aprendiz saltó sin meditar.
El maestro dio unas tristes zancadas hacia el ventanuco.
Apartó con las manos a sus serpientes, que siempre querían ver las cosas antes que él. Se asomó con esfuerzo. Aguantó la respiración unos instantes. Entonces, como el amanecer de una flecha, su aprendiz surgió de las sombras del suelo y voló raudo hacia el horizonte.
—Ve —dijo el maestro.
Se sentó como pudo en el borde de la ventana, apartando, como siempre, a sus serpientes ávidas de noticias que poder envenenar con conocimiento.
—Ve —repitió—. Cuenta las historias que yo nunca podré contar.
Ilustrado por
Texto de Juan González Mesa
Juan González Mesa. Escritor y guionista nacido en Cádiz en 1975. Ganador de varios certámenes de relato y nominado en distintas ocasiones a los premios Ignotus y Alberto Magno, se desenvuelve con mayor asiduidad en los campos de la ciencia ficción y lo sobrenatural.
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